Page 50 - Costa Live - Magazine
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Wir fahren nach L’Escala und folgen dort der Ausschilderung Cala Mont- gó. Die kleine Bucht ist die letzte noch per Auto erreichbare Badebucht bevor sich der steile Wanderweg GR-92 mit rotweißer Markierung die Steilküste hinauf in Richtung L’Estartit schlängelt. Wir kurven bis in die letzte Sackgasse. Dort gibt es allerdings nur drei Parkplätze. Diese sind heute morgen glücklicher Weise alle noch frei. Ein erster Blick auf den felsigen Pfad vor uns überzeugt doch besser die Turnschuhe an unseren Füßen gegen die festen Wanderschuhe aus dem Kofferraum zu tauschen. Zum Glück haben wir nicht nur die Kamera in den Rucksack gepackt, sondern auch Wasser, Verpflegung und Badezeug. So sind wir jetzt für alle Even- tualitäten gewappnet und marschieren los.
Der schmale Pfad führt schon zu Beginn immer knapp am Abhang ent- lang. Unser Entschluss - heute doch schwindelfrei zu agieren und die Hö- henangst in den Wind zu schlagen - wird mit spektakulären Blickwinkeln auf glitzerndes Meer, goldgelbe Felswände und aromatisch duftendes Grün belohnt. Bizarr strecken windgezauste Pinien ihre dunklen, mit Zap- fen vollgepfropften Äste in den azurblauen Himmel. Der alte Küstenpfad - schon vor Jahrhunderten von Fischern genutzt - fordert uns immer wieder zur Kletterpartie. Es geht entlang der Steilklippen hoch und runter vorbei an einsamen winzigen Badebuchten, rundgelutschten Steinen und ausge- bleichten Treibholzstämmen. Trittsicherheit und Konzentration sind gefragt. Das ist nicht leicht bei dieser spektakulären Aussicht auf Felsen, Vegetation und Wellenspiel. Denn immer wieder schweift unser Blick in die Ferne. Am Horizont entdecken wir gar ein Kreuzfahrtschiff.
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Nos dirigimos a L’Escala y seguimos las indicaciones hacia Cala Montgó. Esta pequeña bahía es la última a la que se puede acceder en coche para bañarse, antes de que la empinada ruta de senderismo GR-92, con marcas rojas y blancas, suba por la escarpada costa hacia L’Estartit. To- mamos todas las curvas hasta llegar al último callejón sin salida. Aquí sólo hay tres plazas de aparcamiento. Afortunadamente, todas están libres esta mañana. Una primera mirada al camino rocoso que tenemos frente a nosotros nos convence de cambiarnos las zapatillas deportivas por las robustas botas de senderismo que tenemos en el maletero. Afortuna- damente, no sólo hemos puesto la cámara en la mochila, sino también agua, comida y ropa de baño. Así que ahora estamos preparados para todas las eventualidades y marchamos.
Desde el comienzo, este sendero estrecho recorre la ladera. Nuestra decisión: dejar a un lado el vértigo y el miedo a las alturas. Esto se ve recompensado con unas vistas espectaculares del mar resplandeciente, de las rocas de color amarillo dorado y del aromático verdor. Los pinos azotados por el viento extienden de manera evocadora sus ramas oscu- ras y cónicas hacia el cielo azul celeste. El antiguo camino costero - ya utilizado por los pescadores hace siglos - nos desafía a subir una y otra vez. A lo largo de los escarpados acantilados subimos y bajamos por diminutas y solitarias bahías en las que es posible bañarse, se pueden ver piedras redondas y troncos de madera blanqueada a la deriva. Se requiere seguridad y concentración. Esto no es fácil de conseguir con estas espectaculares vistas de rocas, vegetación y olas; ya que una y
 



























































































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