Page 44 - Costa Live Magazine - 3 - 2018
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Naturpark Serra de l’Albera noch in diesem Jahr von der UNESCO zum Weltkulturerbe erklärt werden.
Viele Wanderwege führen durch diese Berge. Einer davon durch das Teichrevier Estanys de la Jonquera vorbei an Dolmen und Menhiren.
In la Jonquera biegen wir von der NII ab nach Cantallops. Die kleine Straße windet sich den Berg hinauf. Nach einer Weile sehen wir rechts das Wanderschild und parken unser Auto. Eine Tafel erklärt den kurzen Rundweg zu einigen Dolmen. Wir haben eine längere Runde ausgesucht. Laut Plan dauert unser Rundweg etwa zwei Stunden und ist einfach zu lau- fen. Wir haben festes Schuhwerk gewählt. Die Landschaft hat vom Regen der letzten Tage pro tiert. Grün dominiert vor strahlend blauem Himmel. Wildkräuter duften, violett blüht Lavendel, dazwischen leuchten gelber Stechginster und weiße Zistrosen. Im Hintergrund liegen die Berggipfel der Serra de l’Albea: Puig Neulós (1.257 m), Puig dels Pastors (1.167 m) und Puig Jorda (753 m). Trockensteinmauern geben den Wiesen halt. Neben dem Weg liegt der erste kleine Teich „Estany Petit“. Die Wasserober äche ist unter Schilf versteckt. Der Wind spielt mit den Halmen. Leises Rauschen dringt ans Ohr. Wir folgen links der gelben Markierung und dem Schild „Conjunt megalìtic mas Baleta“.
Dumpfe, leise Glocken kündigen eine Kuhherde an. Vor dem Mas dels Estanys treffen wir die friedlich grasenden Tiere in Begleitung von Hirten, Hund und Kuhreihern.
Weiße Kamillenblüten, gelbe Wucherblumen und lila Distelblüten schmü- cken den Wegrand. Nach einem Stück Weg zweigt ein schmaler Pfad ab nach rechts den Hügel hinauf zum Mas Batle. Vor dem Mas folgen wir dem Wegweiser nach rechts zu den Dolmen. Zwischen eigenwilligen runden Felsen versteckt entdecken wir den ersten. Die Dolmen auf der iberischen Halbinsel wurden etwa 4.000–2.000 v. Chr. als Grab- und Kultstätten errichtet. Sie bestehen aus riesigen Steinen und Steinplatten und stellen den Höhepunkt der Megalithkultur dar. Wir folgen dem gelb markierten Pfad weiter bis zu einer kleinen Metallbrücke über einen Graben. Hier machen wir einen kurzen Abstecher nach links und treffen auf einen Steinkreis mit
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Bajo la lluvia de los últimos días el paisaje ha podido recuperarse de la calor y brilla verde debajo del cielo azúl.
La hierba difunde su aroma, la lavanda ora lila, por medio brilla el amari- llo del erizón y el blanco de las rosas. En el fondo podemos ver las cimas de la Serra de l’Albea: Puig Neulós (1.257 m), Puig dels Pastors (1.167 m) y Puig Jorda (753 m). Murallas de piedra seca apoyan los prados. Al lado del camino se halla el primer estanque, “l’Estany Petit”. La super cie del agua está cubierta por caña. El viento juego con los tallos. Su mur- mullo llena nuestras orejas. A la izquierda nos guia una marca amarilla y un letrero que pone “Conjunt megalìtic mas Baleta”.
Campanas sordas anuncian un rebaño de vacas. Delante del Mas dels Estanys tropezamos con los animales, pastando pací camente y acom- pañados por pastores, perros y garcillas bueyeras.
Blancas ores de la camamila, amarillas margaritas y el lila de los cardos adornan el borde del camino. Un sendero pequeño se desvia a la de- recha, hacia el Mas Batle. Delante del Mas seguimos el indicador otra vez hacia la derecha, a los dólmenes. Amargado entre tozudas rocas redondas, descubrimos el primero. Los dólmenes en la Península Ibérica fueron erigidos apróximadamente entre 4.000 y 2.000 aC y servían como templos y tumbas. Se componen de piedras y lanchas enormes y son los testimonios más impresionantes de la cultura megalítica. Seguimos caminando en el camino indicado por marcas amarillas hasta llegar a un pequeño puente de metal. Nos desviamos a la izquierda y encontramos un crómlech con un menhir en el centro. Menhires son piedras alargadas y colocadas verticalmente, en medio del paisaje. Hay menhires singulares y grupos de menhires, formando círculos o cadenas y sirviendo como luga- res de culto y centros para la vida social. A menudo se hallan en puntos especialmente interesantes desde el punto de vista estratégico o paisajís- tico. Aquí debía impresionar el paisaje: aparte del mundo, parecemos estar en el paraíso. Un vasto paisaje, prados orecientes, una romántica casa de piedra, bastas higueras. Un silencio sublime, sólo interrumpido por el gorjear de los pájaros. No queremos dejar este jardín de Edén.